Ante circunstancias como las actuales, comienza una utilización frecuente de términos como “Estado”, “Gobierno”, “Nación”, “Régimen”. Cada uno sutilmente diferente al anterior, todos relacionados entre sí, y muy frecuentemente confundidos uno con el otro. ¿Qué es el Estado? ¿Y por qué autores como Noam Chomsky se han abocado al desarrollo de temas como el de los “Estados Fallidos”? ¿Qué es un Gobierno? ¿Es determinante la Calidad y Cualidad de un Gobierno para el sostenimiento de su modelo de Estado? ¿Qué elementos constituyen una Nación? ¿Qué pasa cuando una
Nación sufre la imposición de un Régimen por parte de su Gobierno? ¿Cuándo ocurre la validación del modelo de Estado? ¿Bajo cuales condiciones se acepta el reconocimiento de una autoridad máxima, de una Jefatura de Estado? ¿Por qué solo una? Sea cual fuere la respuesta a estas cuestiones, solo en relación a la validación del modelo, me permito recordar aquella teoría de la sociedad, fenómeno tan problemático, que presenta la figura del “Contrato Social”. Pues es la imagen que tenemos de nosotros mismos como sociedad la que deberá estar reflejada en el modelaje de las instituciones, de los alternativos o evolutivos mecanismos implementados para alcanzar el orden social. Y nada describe mejor la imagen que evoca nuestra sociedad, nuestra nación, de este su gobierno, y del régimen que desde la jefatura de nuestro Estado se implementa, que el mismo icono de Thomas Hobbes, su fantástico “Leviatán”.
El Leviatán, del hebreo ?????????, liwyatan, enrollado, es una bestia marina del Antiguo Testamento judeo-cristiano. Hobbes encontró en este una figuración adecuada al concepto que acuñaba como alegórico a aquel monstruo de dimensiones socio-políticas ¨… más que la mera aprobación o acuerdo; es una unidad concreta de todo en una sola persona, instituida mediante un pacto de cada individuo con los demás, tal como si cada uno dijera a todos: autorizo y transmito a este hombre o asamblea de hombres el derecho que me asiste de gobernarme a mí mismo… Hecho lo cual, la multitud así reunida en una sola persona se convierte en Estado, en latín civitas. Este es el origen del gran Leviatán… al que debemos, bajo el D-os inmortal, la paz y la defensa¨.
Son las palabras de Thomas Hobbes sobre el origen, la justificación, la razón y la necesidad de someternos en masa a una autoridad máxima. A esta autoridad superior a la que entregamos el poder de gobernar nuestros actos y nuestra vida en un pacto sobreentendido. También le permitimos que establezca los parámetros de nuestras acciones, el establecimiento de lo que será punible o aceptable, la medida del castigo, la aplicación de la violencia de acuerdo a un orden, a un modo. A ese modo o ese orden lo llamamos Ley. Lo que la Ley dice o establece deberá guiar la conducta de este Leviatán, y este a su vez aplicar la Ley a nosotros mismos. El Leviatán es el Estado en abstracto, esa autoridad que reconoce nuestra carta magna como “El Poder Público”. Pero en concreto, es un conjunto de personas que le dan vida a este modo de ¨Dirigir¨ nuestras vidas. Por ende es el Gobierno el verdadero Leviatán. Este es el monstruo. Esto que nuestra carta magna denomina “La Administración Pública”. Nos explica Hobbes que esta autoridad, transferida por cada hombre al Estado, tiene y emplea poder y fuerza tal que por el temor que suscita es capaz de conformar todas las voluntades para la paz, en su propio país, y para la ayuda mutua contra los enemigos. En esto radica la esencia del Estado, que se nos define como sigue: ¨Persona resultante de los actos de una gran multitud que, por pactos mutuos, la instituyó con el fin de que esté en condiciones de emplear la fuerza y los medios de todos, cuando y como lo repute oportuno, para asegurar la paz y la defensa comunes¨. ¿Qué pasa cuando esta gran multitud observa que sus condiciones tácitas no están siendo cumplidas? ¿Qué pasa cuando la Ley que debe gobernar las actuaciones del Leviatán es omitida por este? ¿Qué pasa cuando el Leviatán se cree el Pueblo y el Pueblo no le cree al Leviatán? Nuestras condiciones no se cumplen. Esto implica que aquellos quienes detentan el poder lo hacen de manera deshonesta. Se Incumple con el contrato, se rompe el “Contrato Social”. Nos decía Hobbes que las personas otorgamos el poder y reconocemos la fuerza de modo que este monstruo sea capaz de asegurar la paz y la defensa. ¿Qué pasa si no hay paz ni defensa? ¿Qué pasa si el monstruo permite lo inaceptable, y si el poder de Justicia trabaja para lo injusto? ¿Qué pasa si la defensa de nuestras fronteras se abre para la entrada de la violencia y el conflicto? y ¿Qué pasa, si ni siquiera la fórmula de alternabilidad para el Gobierno del monstruo, ni siquiera eso, es como se había acordado?
Yo digo que se rompe el contrato. Pierde el sentido, pues no reconocerá el colectivo las normas de juego para sí, cuando no lo hace la otra parte. El hombre sacrifica su libertad absoluta al reconocer leyes, y las reconoce a pesar de esto “solo” por el bienestar superior de vivir en armonía unos con otros. Entrego a un abstracto que he llamado “Estado” la Jurisdicción sobre mi vida y mi territorio para que la gobierne en procura de nuestros mejores intereses. Ahora el Leviatán se debate entre “Consejos”, un Consejo de Ministros (236 CNRBV) que es la unidad de los órganos ministeriales del Ejecutivo Nacional que reunidos con el Vicepresidente Ejecutivo y el Presidente de la República “ejercerá… las atribuciones del Presidente de la República señaladas en los numerales 7, 8, 9, 10, 12, 13, 14, 18, 20, 21, 22” y las que atribuya la ley, entre las cuales vale la pena resaltar el numeral séptimo “Declarar los estados de excepción y decretar la restricción de garantías en los casos previstos en esta Constitución”, 21 “Disolver la Asamblea Nacional en el supuesto establecido en esta Constitución”, y 22 “Convocar referendos en los casos previstos en esta Constitución”. Un Consejo de Estado (252 CNRBV) previsto como “el órgano superior de consulta del Gobierno y de la Administración Pública Nacional”… “El Consejo de Estado lo preside el Vicepresidente Ejecutivo o Vicepresidenta Ejecutiva y estará conformado, además, por cinco personas designadas por el Presidente o Presidenta de la República; un o una representante designado o designada por la Asamblea Nacional; un o una representante designado o designada por el Tribunal Supremo de Justicia y un gobernador designado o gobernadora designada por el conjunto de mandatarios o mandatarias estadales”. La Constitución le reconoce como competencia “recomendar políticas de interés nacional en aquellos asuntos a los que el Presidente o Presidenta de la República reconozca de especial trascendencia y requieran de su opinión” dejando a una ley “respectiva” sus funciones y atribuciones. Lo que lo hace más temible pues no sabemos a ciencia cierta que será capaz de asumir este Consejo entre los Consejos. Pero si pudiendo reconocer que es un ente Superior que se ubica entre el Presidente de la República y los demás poderes. No olvidemos el efímero Consejo Federal de Gobierno (185 CRBV) como órgano constitucional de políticas interterritoriales “encargado de la planificación y coordinación de políticas y acciones para el desarrollo del proceso de descentralización y transferencia de competencias del Poder Nacional a los Estados y Municipios. Estará presidido por el Vicepresidente Ejecutivo o Vicepresidenta Ejecutiva e integrado por los Ministros o Ministras, los gobernadores o gobernadoras, un alcalde o alcaldesa por cada Estado y representantes de la sociedad organizada, de acuerdo con la ley”. Este último es un Consejo cuyos integrantes pierden autoridad ante figuras neófitas como los Consejos Comunales y Vicepresidencias Regionales tantas veces sugeridas o advertidas. Por último, el máxime Consejo Presidencial anunciado aquel jueves 17 de Septiembre del 2009, presidido por el Presidente de la República e integrado por seis vicepresidentes, además de un secretario permanente del Consejo de Ministros que tiene su despacho en Miraflores. En su oportunidad la creación de este último Consejo respondía a una “reestructuración”, motivada a darle mayor “cohesión y convertirlo en un ente más político que administrativo”. Aun sin comprender este del todo, pudiese haber sido la antesala de las vicepresidencias regionales que sustituirían progresivamente a las Gobernaciones.
Repito, El hombre sacrifica su libertad absoluta al reconocer leyes, y las reconoce a pesar de esto “solo” por el bienestar superior de vivir en armonía unos con otros. Entrega a un abstracto que ha llamado Estado la Jurisdicción sobre su vida y su territorio para que la gobierne en procura de los mejores intereses. No lo hizo, y ahora el Leviatán se debate entre “Consejos”. ¿Se derrumba el Leviatán o acabase de nombrar uno nuevo?
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